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El Mal Camino de Ruby paperback

El Mal Camino de Ruby paperback

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Si le preguntas a Ruby, ella te diría que está feliz con su vida. Ella es fuerte e independiente y no necesita a nadie más. El camino que la ha llevado hasta aquí no ha sido fácil y ha bloqueado muchas cosas de su mente.

Pero las cosas no son color de rosa como todos creen y el camino que le espera está lleno no solo de pandillas, drogas y depresión, sino que también de otros desafíos que Ruby ni se había imaginado.

— Sabes que es un buen libro cuando te tienes que recordar constantemente que los personajes no son personas reales. De verdad me importó Ruby y me dio muy malos momentos. Esperé desesperadamente que su historia tuviera un final feliz.

— «Ruby» saca a luz la complicada y brutal relación entre la enfermeda mental, pobreza y abuso... un libro que no podía dejar de leer.

— «Ruby» me hizo pasar por un muy mal momento y tuve que dejar de leer el libro un par de veces porque necesitaba volver a la realidad... ¡No había ocasión que dejara de leer porque quería saber como iba terminar la historia!... ¡No puedo esperar por la segunda parte! 

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CAPITÚLO 1
RUBY SE ENCONTRABA EN lose brazos de Chuck, escuchando su profunda e irregular respiración. Se preguntó por un instante qué hacía él en las noches que no se veían. En algunas ocasiones pasaba una semana entre sus visitas, otras veces lo veía casi todos los días pero regularmente pasaba mucho tiempo entre medio.

Ruby se corrió para mover su brazo que se había dormido. Chuck cambió de posición y los vellos de su brazo le hicieron cosquillas en su mejilla. Ruby lo acarició con un dedo y soltó un suspiro. Se sentía a salvo. Las noches en las que terminaba sola, cuando no podía encontrar a nadie que la acompañara, eran las más difíciles. Con frío, sola, asustada… El corazón de Ruby empezó a latir fuerte con solo pensarlo. Ruby se giró inquietamente para mirar a Chuck. El se movió medio dormido y sus ojos se abrieron un poco.

—¿Estás despierta?—murmuró él.

—Mmm, sí.

—Duérmete. Deben ser las dos de la mañana.

—Son las tres y media —le dijo Ruby.

—Mmm. Ven aquí.

Él la acercó a su pecho y Ruby acurrucó su cabeza bajo su mentón y cerró sus ojos. Él acarició su espalda por un par de minutos antes de quedarse dormido otra vez. Después de un rato, Ruby se quedó dormida finalmente.

Ruby despertó en la mañana con la cama vacía. El lado de Chuck estaba frío y vacío. Ruby estiró sus músculos adormecidos, bajó de la cama y se puso su camiseta y unos shorts. Deambuló por la cocina bostezando.

—Hola —Chuck saludó—. Estás despierta.

Él ya se encontraba listo para irse a la oficina. Duchado, vestido, su pelo ondeado se encontraba perfectamente peinado. Sus ojos azules radiantes y en alerta. Él le sonrió y bebió un poco de su tazón de café.

—Sí. —Ruby contuvo otro bostezo—. ¿Qué hora es?

—Son casi las nueve. Ya estoy por irme—. Él miró hacia la puerta.

— Mmm, ¿a trabajar?

—Sí, preciosa. Algunas personas tenemos trabajo —se burló.

—Yo también tendría uno si alguien me contratara.

—Bueno, entonces anda al colegio —sugirió Chuck.

Ruby se rió y arrugó su nariz.

—No. ¿Qué voy a hacer yo en el colegio?

—Lo que sea que los otros niños hacen.

Ruby sacudió su cabeza.

—Deberías preocuparte de ti misma —dijo Chuck, sonriendo al mismo tiempo que la observaba—. Y no olvides tu chaqueta.

—Sí, sí.

Ruby puso sus ojos en blanco. Miró a su alrededor y cogió su chaqueta de la parte trasera del sofá.

—En serio —La voz de Chuck tomó un tono más severo—. La última vez dejaste un par de aros en el lavamanos. Ten más cuidado.

—Ya me lo dijiste —resopló Ruby—. Lo siento, ¿está bien?

Chuck estiró los puños de su camisa para que se vieran lo justo y necesario debajo de su chaqueta.

—Ya, Ruby, vámonos.

Ruby puso sus brazos al rededor de su cuello y lo acercó para darle un beso de despedida.

—Nos vemos —dijo con voz baja.

—Sí. ¿Estarás ahí esta noche? —preguntó Ruby, recogiendo su mochila.

—Tal vez.

Chuck rara vez se comprometía. A veces la iba a buscar y otras veces no. Él nunca sabía con anticipación. Ruby se preguntó si él se juntaba con otra persona las noches que no pasaba con ella, y si la controlaba de la misma forma que lo hacía con Ruby, para asegurarse de que no dejara ningún rastro de su presencia. Tenía sus razones, pero Ruby siempre se preguntaba si él hacía algo más que cuidar su reputación. ¿Por qué era tan importante que no hubieran rastros de que él tuviera una novia en su departamento?

Se separaron en el vestíbulo, Chuck se fue por un lado y Ruby por el otro. Ruby paseó hasta la cafetería que se encontraba en el vecindario y bebió a sorbos una taza de café. El chico detrás del mostrador siempre le prestaba mucha atención y Ruby siempre se preguntaba qué tipo de chico era él. Él tenía edad como para ir al colegio o la universidad, no estaba segura. Nunca lo veía en el colegio, pero ella casi nunca iba para allá. A lo mejor él si iba pero ella no lo había visto.

—Estás un poco atrasada hoy —comentó el chico.

—Sí —asintió Ruby. No estaba segura qué tenía ella que le interesaba tanto a él. Nunca se maquillaba antes de llegar a la cafetería. Algunas veces, como hoy, ni siquiera se peinaba. Sólo era un punto intermedio para ella, entre el departamento de Chuck y cualquier lugar al que decidiera ir después.

—¿Haces algo especial hoy? —preguntó el chico, con una sonrisa curiosa.

Ruby se encogió de hombros.

—No.

Él probablemente estaba interesado porque la mayoría de las chicas de la edad de Ruby estarían muy halagadas de que un chico de su edad les prestara atención y estarían adulándolo, pero a Ruby no le interesaba eso. En realidad él era más joven que los chicos con lo que solía salir. Hubo un par de chicos menores de veinte que en verdad le gustaron. Podría ser un buen partido, más que los chicos de la edad de Ruby, pero no era interesante.

–¿Qué clases estás tomando en el colegio? —preguntó.

—Normalmente no voy.

—Oh, ¿y a dónde vas?

Ruby se encogió de hombros.

—Por ahí.

Bajó su taza y el se movió para rellenarla. Ruby negó con la cabeza y movió su mano.

—No, gracias.

Ruby se levantó y fue al baño de mujeres. Abrió su mochila y buscó su labial y otros maquillajes. Se cepilló los dientes antes de ponerse labial y se peinó. Su cabello rubio era liso y fino, y nunca se molestaba en ondularlo y arreglarlo. Lo recogió hacia atrás en una cola de caballo y se puso un elástico para dejarlo en su lugar. Empacó su mochila de nuevo y se fue.

Ruby paseó por varias salas de videojuegos y lugares en los que usualmente encontraba compañía, pero las cosas estaban extrañamente tranquilas. Finalmente se rindió, y con un suspiro, decidió probar en el colegio. Llegó en medio de la mañana y se unió a un par de chicas que conocía.

Kate era plana, sin figura, una chica que quería ser popular a toda costa, pero ni con todo el maquillaje o ropa a la moda lo lograría. No tenía la personalidad para ser parte de la gente popular. No tenía el dinero, la actitud, ni la superficialidad.

Marty era totalmente diferente. Su nombre era Martha en realidad, pero prefería la forma menos femenina. A Ruby le gustaba más que Kate, porque Marty actuaba como un chico, como con los que a Ruby le gustaba pasar el tiempo. Obviamente, a Marty nunca la confundirían por un chico. A diferencia de Kate, su desarrollo llegó temprano, su figura ya estaba bien desarrollada y su cabello era negro, ondulado y salvaje. Marty tenía una actitud relajada, del tipo que atrae a la gente, pero no le interesaba tener muchos amigos o la atención de los demás.

Ruby se sentía a gusto con las dos. Eran amigas poco exigentes, y de vez en cuando podía pasar el día con ellas y no tener que responder mil preguntas sobre dónde había estado y qué estaba haciendo.

—Hola, Marty —saludó Ruby, y asintió con la cabeza a Kate.

—Hola, Ruby. Llegas justo a tiempo para la clase de matemáticas.

Ruby arrugó su nariz.

—Oh, qué entretenido. ¿En qué estamos?

—Algebra.

Ruby negó con la cabeza. Llegaron a la clase un par de minutos después del segundo timbre, Ruby y Marty hablaban y veían como Kate trataba de coquetear con Robin, el chico que se sentaba al frente de ella y de quien estaba medio enamorada hace un par de meses.

—Él ni siquiera le va a prestar atención —comentó Ruby, mientras observaba como Robin le respondía a Kate casualmente, inconsciente de su lenguaje corporal.

—Ni siquiera sé qué ve ella en él —comentó Marty—. O en cualquier chico.

—En cualquier chico de secundaria —afirmó Ruby.

Mientras los observaban, Robin se dio cuenta de que Marty lo estaba mirando y su actitud cambió al instante.

—¡Eh, Marty! ¿Y tú qué piensas de la tarea?

Marty se encogió de hombros y puso los ojos en blanco a Ruby. Al parecer Robin no sabía como llevarse con Ruby y no le dijo nada.

—¿Te dio A-8? —preguntó Kate a Marty.

—Sí.

—¿Puedo verlo?

Marty sacó su cuaderno y lo pasó. Kate lo miró por un momento y escribió la respuesta en su propio cuaderno. Cuando el profesor entró y observó la clase, parecía sorprendido de ver a Ruby sentada allí.

—¿Sigues en esta clase? —preguntó.

—Sí.

—¿Dónde has estado en las últimas semanas?

—Enferma—. Ruby se encogió de hombros.

—¿Tienes una nota de tu doctor? —exigió.

—No.

—¿Y de tu madre?

—No vivo con mi madre —señaló Ruby.

—¿Dónde vives?

—Con una familia de acogida.

—¿Tienes una nota de tus padres de acogida?

—No, puede llamar a mi asistente social si quiere —sugirió ella.

Él dudo por un momento y después le quitó importancia. Era mucha molestia.

—Tienes mucho con lo que ponerte al día. ¿Puedes obtener los apuntes de uno de tus amigos?

—Ajá.

—Bueno—. El profesor se movió al frente de la clase. —Kate, haz tu propia tarea. Si no la tienes ahora, no te hará ningún bien. ¿Alguien tiene preguntas sobre la tarea de anoche?

Ruby estiró sus piernas y miró alrededor de la sala, desconectándose de lo que decía el profesor.

A la hora del almuerzo, Ruby y las otras chicas fueron a juntarse con los chicos del último año. Kate nunca habría logrado llamar la atención de los chicos por si sola, y a Marty no le interesaba hacerlo, pero Ruby tenía algo que atraía a los chicos mayores.

—Es porque tu luces mayor —le dijo Kate—. De esa forma, ellos no piensan que están saliendo con solo una niña —suspiró—. No me veo ni un día más madura de lo que soy. Si al menos tuviera la mitad del cuerpo de Marty…

—Es todo tuyo si quieres —se quejó Marty—. Estoy segura que no lo quiero. Pero eso no es lo que hace que los chicos se sientan atraídos hacía Ruby, ella es tan planta como tú.

—Es solo que te ves… más madura —dijo Kate a Ruby.

Ruby se encogió de hombros.

—Ahí está Brian. Veamos qué está haciendo.

Brian se veía contento de verlas. Era alto, delgado y con cabello medio largo, tenía una cara bonita y casi siempre estaba sonriendo, muy relajado.

—Hola, chicas —saludó con entusiasmo—. ¿Están buscando un poco de acción?

Él puso sus brazos alrededor de los hombros de Ruby y la abrazó por un instante.

—¿Tienes algún plan? —preguntó Ruby.

—Nop. ¿Quieres ir a mi casa y pedir una pizza?

—Claro.

Un par de amigos de Brian, Kate y Marty también estuvieron de acuerdo, así que todos se dirigieron a su casa. Brian sacó unas latas de cerveza cuando llegaron y todos pasaron el rato bebiendo y viendo programas de televisión para niños mientras esperaban la pizza.

Eran casi las una cuando el repartidor de pizza llegó, pero a nadie le importó que fuera tan tarde. Perderse la primera clase después del almuerzo no era la gran cosa. Una hora después, la mayoría ya había terminado de comer y se preparaban para regresar al colegio. Ruby no se movió de su lugar en el sofá al lado de Brian.

—¿Vas a regresar? —le preguntó a Brian.

—No si te vas a quedar —le dijo, le dio un apretón y la besó en la frente.

—Bueno, las veo por ahí —le dijo Ruby a Kate y Marty.

—Ya, nos vemos —asintió Marty.

Los otros se devolvieron al colegio. Tanner, uno de los amigos de Brian, se quedó otra hora más para ver televisión con ellos. Luego se aburrió y sugirió que fueran a otro lugar.

—¿A los videojuegos? —sugirió Brian.

—Por un rato —asintió Ruby. Sabía como iba a terminar eso. Jugarían por un momento, pero Brian no podría jugar bien por haber bebido por tres horas y se frustraría.

Ruby jugó sola un par de juegos, pero éstos o el alcohol le estaban dando dolor de cabeza. Observó a Brian jugar por un rato, pero él no estaba ni cerca de alcanzar sus puntajes máximos y ella notó como aumentaba su frustración.

—¿Por qué no vamos a jugar pool mejor? —sugirió Ruby.

Brian soltó su mano de golpe en el panel de control y dejó que el juego terminara. Se volteó para mirarla.

—Sí, vámonos. Hoy no sirvo para esto.

Tanner había desaparecido en algún momento. La sala de pool estaba más relajante. Ruby y Brian jugaron sin prisa, sin importarles quién jugaba mejor o quién ganaba. Brian logró engatusar al administrador de que les diera cerveza, y fumaron y bebieron y jugaron hasta el atardecer.

—Sabes, tus amigas son un poco extrañas —comentó Brian.

Ruby sonrío.

—Sí, lo sé. Son unas inadaptadas, como yo.

—Esa tal Marty, me da escalofríos. Tengo el presentimiento de que tiene una muñeca de vudú con mi nombre en algún lugar.

Ruby se lo imaginó y rió.

—No se lo menciones, va a creer que es una buena idea —dijo con una risita.

—Me odia, ¿cierto?

—No eres tú, no le gusta ningún chico. Creo que le dio un cortocircuito en algún lugar.

Brian se veía pensativo.

—No, es más que eso. Ella no mira a los otros chicos de la misma forma en que me mira. Creo que es porque tú me gustas, en realidad está celosa.

—¿Celosa? —repitió Ruby sorprendida—. No, si estuviera celosa, ¿por qué se habría devuelto al colegio? Hubiera dicho algo como «Vamos a otro lugar» y hubiéramos ido a otro lugar sin ti. Se habría saltado una tarde de colegio para hacer algo con todos nosotros.

—Nunca te tiene para ella sola, ¿cierto? ¿Solo las dos juntas?

—Bueno, no mucho… —admitió Ruby—. Estás loco, ¿sabías? Marty no es así, solo que no le gustan los chicos.

—Tal vez… pero no sé.

Dejaron el tema a un lado.

—Me debería ir a casa —comentó Brian, y miró su reloj.

—No es tan tarde —se quejó Ruby.

La besó lentamente para suavizar la partida.

—Lo sé, pero tengo cosas que hacer esta noche —se disculpó.

—¿Te tienes que ir a casa, justo ahora?

—Lo siento.

Ruby se encogió de hombros.

—Está bien.

—¿Quieres que te deje en algún lugar? —sugirió Brian.

—No, me quedaré por un rato.

Brian le dio una mirada al lugar.

—Me pone nervioso que te quedes sola en lugares así —dijo.

Ruby observó a la gente.

—Solo son niños, Bri. No es que sea una reunión de una pandilla o algo así.

—Supongo que tienes razón —asintió de mala gana—. Cuídate de todas maneras.

—Claro. Te veo por ahí.

—Bueno, cariño.

Le dio un beso rápido y se fue. Ruby se quedó ahí por un rato antes de irse al bar donde se encontraría con Chuck, si es que la pasaba a buscar. Los guardias la conocían pero nunca la dejaban entrar porque era demasiado joven. Si ella fuera un poco mayor, ellos habrían hecho la vista gorda y la hubieran dejado pasar, pero como eran las cosas, ella tenía que esperar afuera. Si hacía frío, ellos la dejaban estar en la puerta por un tiempo para que entrara en calor, sino tenía que esperar a Chuck afuera con las prostitutas.

—Hola, Ruby —la saludó Betty con entusiasmo.

—Hola, Betty.

—¿Cómo te va, chica? —preguntó Grace.

—Bien. Chuck no ha pasado por aquí, ¿cierto?

—Nop. ¿Lo estás esperando esta noche?

—Tal vez. Lo vi anoche, así que tal vez no.

—¿Alguna vez te paga? —reclamó Grace.

—No, no es como tu crees —dijo Ruby, y se rió—. Me gusta estar con él.

—Se está aprovechando de ti.

—No, no lo hace. Si fuera así, dejaría de venir —señaló Ruby.

—Es muy joven para notar la diferencia —intervino Betty— Ella cree que lo ama.

—No… —dijo Ruby frunciendo el ceño—. Es solo que… me gusta estar con él, no me gusta estar sola.

—Bueno, podrías conseguir una compañía que te pague mejor que eso —se quejó Grace.

—Oh, déjala en paz. Ella está mucho mejor sin tener que meterse en este negocio.

Grace encendió un cigarro y se quedaron calladas por un rato. Un auto se estacionó en frente del bar. Betty se acercó para hablar con el conductor.

—Hola, dulzura.

El hombre apuntó a Ruby y Betty la observó.

—Oh, ella no está interesada, dulzura. Pero Grace o yo…

—No. Ella.

—No está trabajando.

—Haré que valga la pena —dijo el hombre a Ruby. Sujetando un fajo de billetes.

Ruby negó con la cabeza.

—Ella solo está esperando a su amigo —explicó Betty.

Él hizo sonar las ruedas cuando arrancó el auto y se fue. Betty se devolvió donde estaban Ruby y Grace.

Grace negó con la cabeza.

—Te paras ahí con shorts, camiseta y zapatillas y obtienes más propuestas que nosotras. No sé cómo lo haces.

—Es joven, a los hombres les gustan así —dijo Betty.

—Yo empecé a su edad y nunca obtuve misma la atención que ella.

Betty miró a Ruby y se encogió de hombros.

—Algunas personas tienen lo que se necesita.

Ruby buscó el auto de Chuck. Si esta vez no aparecía, tendría que tratar de buscar otro lugar donde pasar la noche. Pero no iba a emprender una nueva profesión para obtenerlo. Pasó una hora y Ruby supo que él no iba a aparecer. Se despidió de las chicas y empezó a alejarse. Avanzó la mitad de una cuadra y un convertible rojo se detuvo al lado de ella.

—Hola, encanto.

—No estoy interesada.

—Detente. ¿Te gustaría ganar un poco de dinero?

Ruby se detuvo y lo miró. Era un hombre pequeño con cara de hurón en un convertible rojo. Lo había visto antes, pero no podía recordar dónde. Estaba bien vestido pero tenía mala espina.

—¿Y por qué me pagarías? —exigió.

—Por trabajar conmigo —dijo sin importancia.

—¿Haciendo qué?

—Déjala en paz —dijo Betty, mientras alcanzaba a Ruby—. Ruby no necesita tu ayuda.

El hombre miró a Betty.

—No te metas, Betty, no es tu problema.

—Ruby es mi amiga, créeme que sí es mi problema.

—Ruby, ¿conoces a mi jefe?

—No, creo que no.

—Bueno, es una víbora así que mantente alejada de él. Cuando veas a esta rata, tomas otro camino.

—Gracias.

Ruby se volteó y se alejó. Escuchó al proxeneta pelear con Betty mientras se alejaba, pero Ruby no se volteó. Lo último que necesitaba era involucrarse en ese escándalo. Se devolvió a la sala de pool pero no había nadie que ella conociera. Ruby se quedó allí hasta las primeras horas de la mañana antes de admitir que sus opciones eran dormir en la calle o ir a casa. Se fue de la sala de pool y se dirigió a casa. A mitad de camino, un auto policial se detuvo a su lado.

—Hola —dijo el oficial, a través de la ventana.

—Hola —saludó Ruby.

—Un poco tarde para andar paseando, ¿cierto?

—Voy de camino a mi casa.

—¿Qué tal si te llevo? —ofreció él.

—Bueno, está bien.

—Súbete.

Ruby se subió al auto patrulla y cerró la puerta. Él se alejó de la cuneta.

—¿Cómo te llamas?

—Ruby.

—¿Dónde vives, Ruby?

Ella le dio su dirección.

—Bien. Mi nombre es Brown. ¿Qué hacías tan tarde afuera?

—Solo pasando el rato—. Ruby se encogió de hombros.

—Hay mucha gente mal de la cabeza aquí afuera. No deberías andar sola.

—Lo sé.

—¿Tus padres saben dónde andas?

—No.

—¿Lo haces muy a menudo?

Ruby se encogió de hombros.

—No, no mucho.

Brown no dijo nada más. Unos minutos después, se estacionaron afuera de la casa. Ruby miró al policía para ver si iba a insistir en acompañarla y hablar con sus padres, pero él estaba relajado y no se movió para salir.

—Gracias por el aventón —dijo Ruby.

—No hay problema. —Brown sacó una tarjeta de su bolsillo—. Si alguna vez andas por ahí sola o necesitas algo, solo me tienes que llamar. Prefiero ser taxista por unos minutos que después encontrarte muerta por alguna carretera.

Ruby tomó la tarjeta.

—Eh, gracias. Genial.

Se bajó y se fue a su casa. La llave estaba en un llavero en su mochila, se despidió de Brown y entró.

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P.D. (Pamela) Workman is a USA Today Bestselling author, winner of several awards from Library Services for Youth in Custody and the InD’tale Magazine’s Crowned Heart award, and has published over 100 mystery/suspense/thriller and young adult books.

Workman loves writing about the underdog. She has been praised for her realistic details, deep characterization, and sensitive handling of the serious social issues that appear in her stories, from light cozy mysteries to darker, grittier young adult and mystery/suspense books.

P. D. Workman does not shy from probing the deep psychological scars of childhood trauma, mental illness, and addiction. Also characteristic of this author, these extremely sensitive issues are explored with extensive empathy, described with incredible clarity, and portrayed with profound insight.
—Kim, Goodreads reviewer